La historia milenaria del árbol de Ramón (capomo)
Hace muchos milenios, en una época en que la ciencia como la conocemos hoy no existía, la civilización maya ya tenía un profundo conocimiento y respeto por la flora y la fauna de las tierras que habitaban. Entre todas las especies que conocían, había una que consideraban especialmente sagrada: el árbol de Ramón, también conocido como capomo.
Según las creencias mayas, este árbol se conocía como OOX (que quiere decir alimento), no era una mera coincidencia de la evolución de la vida. Era un regalo de los dioses, un presente divino que tenía un cometido muy específico: brindar sustento y refugio a las comunidades mayas. Este árbol no solo proporcionaba alimento a los hombres, sino también a los animales, y era resistente a las variaciones extremas del clima, y podía prosperar en una amplia variedad de suelos.
La leyenda cuenta que, durante el acto original de la creación, los dioses mayas se dieron cuenta de que la tierra necesitaba un árbol que pudiera alimentar tanto a hombres como a animales. Necesitaba un árbol que, independientemente del clima o del tipo de suelo, fuera capaz de crecer y prosperar. Fue en ese momento cuando los dioses, en su sabiduría infinita, crearon el árbol de Ramón.
Los mayas no solo respetaban el árbol de Ramón, sino que lo veneraban. Para ellos, este árbol era un símbolo de fortaleza y resistencia, una manifestación física de la voluntad de los dioses de mantener la vida en la tierra. Su fruto, el capomo, era una fuente inagotable de alimento, rico en proteínas y nutrientes esenciales para el organismo humano. Las hojas del árbol eran usadas para curar diversas dolencias y enfermedades, y sus semillas, debido a su importancia, eran usadas como una forma de moneda en los intercambios comerciales.
La relación de los mayas con el árbol de Ramón iba mucho más allá de lo puramente utilitario. El árbol formaba parte de su cosmogonía, de sus rituales y ceremonias religiosas. Los sacerdotes mayas, en sus rituales, realizaban ofrendas al pie del árbol, pidiendo a los dioses abundancia y prosperidad para su pueblo. Los guerreros mayas, antes de partir a la batalla, se reunían bajo la sombra del árbol para buscar su protección y bendición.
La historia del árbol de Ramón es una fascinante muestra de la sabiduría y el profundo respeto que los mayas tenían hacia la naturaleza. Aunque hoy en día el árbol de Ramón no es tan conocido o venerado como en la época maya, su legado perdura. En la cultura y en el corazón de muchos pueblos que han heredado la tradición maya, el árbol de Ramón sigue siendo un símbolo de vida, de resistencia, y de la profunda conexión entre el hombre y la naturaleza.